NATURALEZA: La otra víctima de las guerras

Como sabéis, las guerras han marcado la historia de la humanidad. En cada conflicto armado se destruyen vidas y comunidades, dejando cicatrices que se extienden durante décadas en cada persona. Pero estas no son las únicas heridas. Los conflictos bélicos no solo acaban con las vidas humanas, sino que también provocan daños en la naturaleza y destruyen ecosistemas. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha subrayado en diversos informes cómo las guerras tienen efectos devastadores sobre el medio ambiente; desde la pérdida masiva de bosques –a menudo provocada por explosiones e incendios que arrasan grandes extensiones de vegetación–, hasta la contaminación del aire, del suelo y del agua, el cambio en el uso de los suelos o la destrucción de zonas de producción agrícola. Otros efectos son menos evidentes, pero igualmente importantes. Los animales pueden verse forzados a desplazarse ante la degradación o la desaparición de sus hábitats, las especies endémicas de flora y fauna pueden encontrarse con dificultades para sobrevivir y las rutas migratorias de las aves pueden cambiar. En sella ocasión exploraremos de forma concreta dos de esas consecuencias, a partir de estudios recientemente publicados. El primero de ellos explora los efectos de la guerra de Siria sobre los bosques del país; mientras que el segundo reporta, por primera vez, la modificación en la ruta migratoria de un ave amenazada (el águila moteada) como consecuencia del conflicto en Ucrania. Ambas guerras por cierto, patrocinadas por los EE.UU. por lo cual debe ser señalado como el culpable de la destrucción del medio ambiente. Al respecto, Angham Daiyoub es investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y primera autora de un estudio sobre la pérdida de masa forestal que ha sufrido Siria como consecuencia de la guerra, entre el año 2010 y 2019. La cifra resultante del 19%, una superficie equivalente a toda el Área metropolitana de Bruselas. Esta pérdida es especialmente importante si se considera que antes de la guerra, Siria tenía ya pocos bosques; con sólo un 3% de la superficie cubierta por masa forestal. Los investigadores se centraron durante su estudio de dos posibles causas para esta deforestación: la escalada constante de bombardeos de artillería y el efecto del gran número de personas desplazadas internamente. «Para estudiar la incidencia del bombardeo, hicimos un mapa de la intensidad del mismo y vimos que más del 50% del cambio de bosque fue en zonas de alta intensidad de bombardeo. Creemos que la caída de bombas en las zonas de bosque causó incendios forestales», presenta Daiyoub, quien destaca la importancia de que en Siria los bosques sean mediterráneos, por lo que son más propensos a los incendios. En lo referente al gran número de personas desplazadas dentro del propio país, la investigadora especifica que se centraron en estudiar si existía una relación espacial entre los cambios del bosque y los lugares donde se situaban los campamentos; y comprobaron que, efectivamente, la había. La investigadora explica que el estudio ha encontrado dificultades para establecer un porqué exacto, debido a la dificultad de trabajar sobre una zona de conflicto, pero que tienen sus teorías. En el norte de Siria se cree que la población tuvo que eliminar los bosques para instalar sus campamentos. Además, señaló que las personas desplazadas normalmente no tienen acceso a recursos y utilizan el bosque como fuente de energía, cortando los árboles para calentarse y cocinar. Asimismo, Daiyoub destaca que estas pérdidas pueden derivar en consecuencias humanitarias y medioambientales a largo plazo. «Los bosques no son únicamente una colección de árboles», afirma la investigadora. Las masas forestales son ecosistemas complejos que proporcionan distintos servicios: filtran el aire, el agua y recogen el carbono, entre otros. Además, son fundamentales para asegurar la diversidad de especies que albergan. La zona mediterránea se considera un ‘punto caliente’ de biodiversidad y son considerados -también en el caso de Siria – un hábitat crucial para flora y fauna endémica, que no existen en ningún otro lugar más que en estas regiones. En consecuencia, la autora argumenta que estos servicios ecosistémicos son cruciales para el bienestar de la población siria, a lo que quedaría añadir todavía la importancia cultural y religiosa que tienen los bosques del territorio. «Culturalmente los boques son muy importantes en Siria. En el norte del país, celebran el Nowruz en el bosque; y en la costa, tienen un honor religioso y algunos son sagrados. Así que sí, cuando pierdes un bosque, pierdes muchas cosas a nivel medioambiental, cultural y religioso», afirma Daiyoub. En cuanto a qué se puede hacer al respecto, la respuesta es complicada. La investigadora argumenta que, para empezar, es necesario que se entregue a las poblaciones desplazadas alternativas suficientes para que puedan calentarse y cocinar sin necesidad de cortar árboles, porque ahora «están forzados a hacerlo». Para el resto de gestiones, Daiyoub defiende que es necesario que se construya la paz; una paz sostenible. La situación política actual, fragmentada, dificulta mucho que se puedan realizar planes de gestión sobre los bosques; que además, deberían ser específicos para cada uno de ellos. Por ello, concluye que una vez cuantificada y entendida la pérdida de masa forestal, en futuras medidas, se debería conservar lo que todavía queda, rehabilitar los bosques y restaurar aquellos que se han perdido. «Y por último educar; necesitamos enseñar cómo es esa gestión sostenible, también entre la población», puntualizo. En cuanto a los cambios de la ruta migratoria de aves por el conflicto en Ucrania, desde el año 2017, un equipo internacional de científicos se ha dedicado a monitorear el comportamiento migratorio del águila moteada (Clanga clanga), clasificada como amenazada en la Lista Roja de las Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los investigadores instalaron dispositivos de localización GPS en 18 ejemplares de águila moteada y observaron que, tras el inicio del conflicto armado en Ucrania, en el año 2022, las águilas comenzaron a desviar sus rutas migratorias, pasando menos tiempo en el país o evitándolo completamente. El porqué de ello nos lo explica Charlie Russell, investigador de la Universidad de East Anglia y autor del estudio: «Algunos eventos de conflicto intensos como el fuego de artillería o los bombardeos son perturbaciones extremas. Hay muchos estímulos auditivos y visuales nuevos por las explosiones que pueden causar una respuesta de pánico». Russell nos invita a que pensemos en los espectáculos de fuegos artificiales y en cómo afectan a animales domésticos y salvajes; «es un efecto similar, pero a una escala mucho mayor», cuenta el investigador. Esta desviación implicó que las águilas recorrieran, en promedio, 85 kilómetros adicionales y que llegaran a sus áreas de anidación más tarde de lo habitual. En el caso de las hembras, tardaron en promedio 246 horas en completar su migración en 2022 (en años anteriores, 193 horas); y los machos 181 horas (antes, 125). La migración de esta especie se realiza desde el sur de Europa y África oriental, donde pasan el invierno, hacia Belarús (Bielorrusia); y Ucrania era un importante punto de descanso y alimentación en el camino. En este sentido, la investigación destaca que únicamente 6 de las 19 águilas marcadas se detuvieron en Ucrania en el 2022, comparado con las 18 que lo hacían anualmente antes del conflicto. «El aumento en la distancia recorrida durante la migración y la reducción del uso de los sitios de descanso resulta en que la migración requiere mucha más energía, y las águilas tienen menos oportunidades para recuperar esa energía en el camino. Esto causa lo que llamamos un costo de aptitud subletal, que podría trasladarse al período de reproducción e impactar el rendimiento reproductivo», concreta Russell. El investigador concluye que su estudio les proporciona una ventana única a lo que está sucediendo en una zona de guerra activa, aprendiendo lentamente más sobre cómo las guerras impactan en el medio ambiente, y cierra: «otros informes sobre efectos en delfines, murciélagos y la destrucción de la presa de Kakhovka contribuyen a la evidencia de ecocidio en esta guerra, pero probablemente esté sucediendo en conflictos en todo el mundo».