AMENAZA OCULTA EN EL HIELO: El calentamiento global esta liberando microbios desconocidos potencialmente letales para el ser humano

¿Qué pasaría si la población mundial se viera expuesta repentinamente a un virus mortal del que nunca había oído hablar? La pandemia de Coronavirus por ejemplo nos ha enseñado que, pese a los avances médicos y tecnológicos, los humanos seguimos siendo extremadamente vulnerables ante patógenos desconocidos. Como sabéis, el acelerado calentamiento del Ártico ha provocado el derretimiento de glaciares y niveles de deshielo del permafrost que no se pronosticaban hasta el 2050 o más tarde, lo que a su vez puede llevar a la liberación de microbios que son “completamente desconocidos para los científicos y pueden representar una nueva amenaza”, reza un artículo de la revista de divulgación científica Scientific American. Los autores indican que en Siberia y el norte de Canadá este deshielo abrupto ha creado los llamados ‘termokarst’, terrenos donde el permafrost más antiguo y profundo está expuesto al aire caliente por primera vez en cientos o incluso miles de años. El permafrost – la capa de suelo permanentemente congelado – cubre el 24 % de la superficie terrestre de la Tierra y sus componentes varían con la geología local. El artículo indica que las tierras árticas «ofrecen una biodiversidad microbiana inexplorada» y «sus capas aún pueden contener microbios congelados antiguos, megafauna del Pleistoceno» e incluso a víctimas de viruela o de ántrax enterradas. A medida que el permafrost se descongela con una rapidez cada vez mayor, el desafío emergente para los científicos es descubrir e identificar los microbios, bacterias y virus que pueden estar en movimiento, señala la nota. Algunos de estos microbios son conocidos por los científicos, pero otros tienen un comportamiento impredecible luego de ser liberados. Además, existen nuevas evidencias de que genes de los organismos liberados del permafrost se mueven entre ecosistemas, provocando una reestructuración en múltiples niveles. Por ejemplo, en el océano Ártico, la bacteria planctónica ‘Chloroflexi’ adquirió recientemente genes utilizados para degradar el carbono de especies de Actinobacteria terrestres, abundantes en el permafrost. Esto pasó a medida que los ríos árticos transportaban sedimentos del deshielo del permafrost hacia el mar junto con los genes que permiten procesar el carbono. Los autores advierten de que los microrganismos que evolucionaron hace decenas de millones de años dentro de ecosistemas ahora extintos pueden emerger e interactuar con nuestro entorno moderno «de formas completamente nuevas». Un ejemplo potencial es la especie emergente ‘Orthopoxvirus alaskapox’, un microorganismo que causa lesiones cutáneas y que ha aparecido y desaparecido en Alaska dos veces en los últimos cinco años. Es posible que este virus se haya sido transmitido a través del contacto animal-humano, pero su origen se desconoce. La aparición de patógenos provenientes del hielo no es una mera historia de ciencia ficción. En el 2005, científicos de la NASA lograron resucitar bacterias que habían estado atrapadas en los hielos de Alaska durante 32 000 años. Y hace una década se reactivaron virus gigantes, que habían pasado 30 000 años en las capas heladas de la tundra siberiana. Asimismo, en el 2016, en la península de Yamal (Siberia), un niño murió mermado por el ántrax. Según los investigadores, fue atacado por una bacteria que estaba presente en la carcasa de un reno infectado que había muerto al menos 75 años antes. Como resultado de una inusual ola de calor, el permafrost en el que estaba enterrado el animal se derritió, liberando esporas del patógeno en la atmósfera. Otro caso se remonta al 2007, cuando un grupo de científicos descubrió la presencia del virus de la gripe española en cuerpos que habían sido enterrados en una fosa común en Alaska. Cabe destacar que esta gripe mató a decenas de millones de personas en todo el mundo entre 1918 y 1919. El caso del ántrax encontrado en Siberia revela la posibilidad de que haya bacterias con efectos patógenos en humanos, animales o plantas, por lo que es una gran incógnita la cantidad de virus que aun desconocemos.